LAS MENTIRAS

A CONTINUACIÓN ENCONTRARÁS ALGUNOS TEXTOS RELACIONADOS CON EL TEMA " LAS MENTIRAS". REALIZA UNA LECTURA INDIVIDUAL Y PROFUNDA DE CADA UNO DE ELLOS. ES RECOMENDABLE LEERLOS DOS VECES PARA QUE TENGAS MEJOR COMPRENSIÓN Y PUEDAS TENER ELEMENTOS NECESARIOS PARA REALIZAR LA ACTIVIDAD QUE AL FINAL SE PROPONE. 

TEXTO # 1

Las mentiras hacen daño, ¿cómo nos afectan?

Vivimos en una sociedad donde el doble-mensaje está latente en cada circunstancia. Lo que todos no sabemos es el poder que tiene la mentira sobre nuestra cuerpo, el “cargo” que nos deja. Un cargo que luego nos traerá consecuencias que se verán reflejadas en nuestra personalidad y el trato con la gente. Las mentiras hacen daño, aunque no seamos conscientes de ello.
Es sabido que para mentir se necesita una buena memoria, además, de tener una buena capacidad para la interpretación. Mentir no solo afecta a los demás, sino que, a la larga, también nos afecta a nosotros mismos. Decir mentiras nos obliga a saber todo aquello que hemos dicho, además de poder acabar perdiendo la confianza de quienes más queremos. 

Por qué mentimos

Uno mismo es consciente cuando miente a otra persona, pero el secreto está en saber el grado y el tipo de mentira para saber cuánto nos puede afectar a nuestra mente. La gran mayoría de las personas busca en la mentira un “escape” de la realidad. Crear una fantasía conocida como “realidad paralela” donde nos encontramos en perfecto estado y haciendo lo que realmente nos gusta. Pero lo que nosotros damos a entender a los demás es la “cruda mentira”. Ese círculo vicioso aumenta cada vez más cuando uno mismo no se controla al decirlas y surgen efectos físicos y hasta psicológicos.
La mentira deriva de importantes factores como el estrés, angustia, dolor y baja autoestima. El factor estrés y angustia, se ve reflejado cuando una mentira tiene que ser sostenida por largos lapsos de tiempo. Como consecuencia nos trae alteración, estrés, vivir sintiéndonos “perseguidos”, alertas de todo… La grave consecuencia es perder la moral y aumentar nuestro estado interno de angustia. Como solución es conveniente decir siempre la verdad aunque duela. Como muchos psicólogos aseguran, lo ideal es saber tratar, conversar la situación con total libertad, respeto y buena comunicación.

Mentira y autoestima

La mentira deriva de otro factor ante dicho como la baja autoestima. Se relaciona la mentira con el aspecto negativo de una persona. En las personas acostumbradas a mentir predominan estas características junto con la vulnerabilidad, el temor a fracasar y no intentar lo que realmente quieren o buscan. Se llegan a lograr resultados efectivos trabajando este tema forjando una autoestima más sólida. Obstaculizar los temores y aceptar equivocarnos como cualquier ser humano haciéndonos cargo de cualquier situación repercutirá positivamente en dejar de mentir.
Aunque se conozca la mentira en diferentes formas y circunstancias, siempre seremos víctima o autores de algo relacionado con ella. Es por eso que la gente modifica su esencia pasando de ser una persona libre, fresca a perseguida y vulnerable. La mentira modifica nuestra comunicación, no da lugar a estar en paz con nuestra mente, deriva en enfermedades y en cambios psicológicos que afectan tanto a nosotros como a las personas que nos rodean.

Las mentiras hacen daño: pérdida de confianza

Una de las consecuencias más evidentes de que las mentiras hacen daño es la pérdida de confianza que causa en la otra persona. Cuando descubrimos que alguien nos miente, nuestra inclinación a partir de ese instante es a desconfiar de cada cosa que nos diga. Una desconfianza que aumenta si las mentiras son varias. Llega un punto en el que somos incapaces de distinguir entre la verdad y la mentira. La razón principal es porque ya no sabremos si nos mienten o no.
«Una gota de mentira puede contaminar un mar de confianza».
-Refrán popular-
Es por ello, que la mentira causa un inmenso dolor en los demás, pero sobre todo, en quien miente. La razón es sencilla, a largo plazo se verá solo. Al perder la confianza de aquellos que le rodean, corre el peligro de acabar llevando una vida solitaria. La mentira no es una buena compañera por muy dura que sea la realidad. Ya que las mentiras hacen daño y mucho, en aquellos que han depositado la confianza en nosotros. El sentimiento de traición es doloroso y por esto, no sólo nos sentimos engañados, sino traicionados.
Cuando sintamos el impulso de mentir, lo primero de todo es pensar en que las mentiras hacen daño aunque en un primer momento no sepamos verlo. Si nuestra vida se basa en la sinceridad, no tendremos necesitad de jugar un doble papel con los demás.



TEXTO # 2

La verdad sobre las mentiras

“La mentira más devastadora es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo”, Friedrich Nietzsche
Las mentiras son maestras en el arte del disfraz. Siempre creativas, adoptan tantas formas como nuestra imaginación les permite. Las hay pequeñas y grandes, cobardes y atrevidas. A veces inocuas, a menudo extremadamente dañinas. Todas ellas descaradas. Su mala reputación las precede. Sin embargo, son tan despreciadas como utilizadas. Lo cierto es que no existe ningún ser humano que no haya caído en la tentación de utilizar sus servicios en un momento u otro de su vida. Para muchos, son compañeras habituales. El mejor antídoto contra la cruda realidad. Pero su naturaleza tramposa resulta particularmente arriesgada. Cuando menos lo esperamos, se vuelven contra nosotros. Es entonces cuando nos enfrentamos al coste de vivir tras una máscara. Y no siempre contamos con los recursos necesarios para pagar tan abultada factura.
Las razones que nos llevan a mentir son infinitas. Pero todas se basan en un planteamiento común: evitar exponer la verdad. Utilizamos las mentiras como un escudo para proteger nuestras inseguridades y carencias. Así, mentimos por conveniencia, por vergüenza, por interés, por miedo e incluso por respeto a nuestro interlocutor. Algunas de las mentiras que decimos son respuestas automáticas. Las tenemos tan integradas que apenas nos damos cuenta. Pongamos por ejemplo una mañana cualquiera. Nos cruzamos con un conocido de camino al trabajo, y se acerca a saludarnos. “Buenos días, ¿cómo va?”, nos pregunta. Y casi sin pensarlo, respondemos: “bien, ¿y tú?”. Tal vez no nos interese compartir nuestras vicisitudes con esa persona. Posiblemente ni siquiera nos apetezca saludarla. Pero se imponen las normas de cortesía, al igual que cuando nos hacen un regalo que no nos gusta. En este tipo de situaciones, la mentira resulta útil e interviene en aras de facilitar nuestras relaciones, como una estrategia para proteger nuestra intimidad.
Lo cierto es que las utilizamos a diario, en todo tipo de interacciones. Y la mayoría no tienen mayor trascendencia. El problema surge cuando espoleados por nuestra inseguridad y el miedo a no ser aceptados tal y como somos, optamos por disfrazar la realidad a nuestro antojo. Resulta una idea tentadora. La vía más rápida para ganarnos la admiración y el respeto de las personas que nos rodean. Solemos empezar por algo pequeño, poco importante. Pero poco a poco, nos vamos enredando en el telar de las mentiras. Y en este proceso, nos olvidamos de que son como pompas de jabón. Brillantes e hipnóticas, contienen un universo de imaginación en su interior. Pero terminan reventando. Y su hechizo desaparece, al igual que la confianza que los demás han depositado en nosotros, destruyendo por completo nuestra credibilidad.

Vendedores de humo
“Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo”, Refrán popular
Cada persona tiene una relación única con la mentira. La más íntima es la que conocemos como autoengaño. Solemos ponerlo en práctica a menudo por miedo al potencial conflicto y por el dolor que nos produce reconocer nuestros propios sentimientos y emociones. Invariablemente, las mentiras que contamos a los demás son un reflejo de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Se trata de una inercia tan sutil como perjudicial que ponemos en marcha desde la infancia. Mentimos y nos mentimos para eludir las frustraciones que nos causa nuestra realidad. Nos engañamos a nosotros mismos y a los demás cuando no somos capaces de afrontar las verdades que nos contrarian. Y también cuando nos ciega el interés para conseguir un objetivo concreto.
A lo largo de la historia, las mentiras han causado muchas bajas. Han truncado carreras, destrozado relaciones, causado guerras. Son la causa de la mayoría de grandes escándalos. Sin embargo, vale la pena matizar los distintos tipos de mentira que utilizamos, pues no todas son iguales ni acarrean las mismas consecuencias. Según el diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”. Pero también es “cualquier manifestación contraria a lo que uno sabe, cree o piensa”. Esta definición contiene todas las formas de mentira. Y eso incluye la omisión de información.
Por otra parte, cabe apuntar que quien engaña sin ser consciente de ello no miente, simplemente propaga su propia equivocación o visión distorsionada de la realidad. De ahí que lo que en última instancia define una mentira es la intención con la que se dice. Las más dañinas para nuestra salud emocional son aquellas que decimos para evitar responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras decisiones, conductas y actitudes, perjudicando a los demás en la búsqueda de nuestro propio beneficio. Es lo que se denomina ‘mentiras conscientes’. Si bien resulta más fácil mentir por omisión, las consecuencias de no decir toda la verdad pueden ser equiparables a las de falsear la realidad con premeditación y precaución.
La política de la honestidad
“Ningún legado es tan rico como la honestidad”, William Shakespeare
Cuando practicamos la honestidad no tenemos que preocuparnos de prestar atención a la versión de la historia que estamos explicando, ya sean anécdotas jocosas o cosas importantes que nos hayan sucedido. Los exponemos tal y como permanecen grabados en nuestra memoria. Pero cuando mentimos tenemos que permanecer alerta, controlando cada palabra que sale de nuestros labios para que resulte creíble y veraz. Lo cierto es que cuanto más nos enredamos en el complejo telar de las mentiras, más difícil resulta evitar los deslices que pueden terminar por dejarnos al descubierto. Resulta casi imposible controlar las distintas versiones de la misma historia que hemos contado a cada persona manteniendo una cierta coherencia.
El punto culminante de ese malestar llega cuando nos pillan mintiendo ‘in fraganti’. En ese momento perdemos mucho más que nuestro disfraz. Perdemos la confianza que la otra persona ha depositado en nosotros, agrietando los cimientos de nuestra relación. Dependiendo de la gravedad de la mentira, esa grieta provoca que aquello que llevamos construyendo durante tanto tiempo quede reducido a escombros. Resulta una lección devastadora. No en vano, la confianza es la base sobre la que se edifican las relaciones humanas. La intensidad y profundidad de nuestra relación con otra persona tiene que ver con nuestro nivel de confianza en ella y viceversa. Es un tesoro frágil, y el principal daño colateral de toda mentira. Para verificar esta premisa, no tenemos más que recordar cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona cercana nos ha engañado.
Eso sí, cabe apuntar que en ocasiones, somos en parte responsables de las mentiras que nos cuentan. La falta de tolerancia, la rigidez y la inflexibilidad que a veces mostramos dificulta la transparencia en nuestras relaciones. De ahí la importancia de apostar por el respeto como política para favorecer la honestidad. Si aspiramos a cultivar relaciones sanas y sólidas, tenemos que aprender a encajar verdades dolorosas. Es el precio de la autenticidad.
Llegados a este punto, vale la pena recordar que la mentira hace daño a quien la escucha pero siempre hiere más a quien la pronuncia, pues eso la convierte en una persona poco íntegra, indigna de confianza y treméndamente irresponsable. Si queremos romper esta inercia, tenemos que empezar por cuestionarnos cuál es el peso que ejercen las mentiras en nuestra vida. En última instancia, nuestra relación con las mentiras –es decir, con qué frecuencia la utilizamos y qué resultados obtenemos– es un buen indicador de nuestro grado de responsabilidad y madurez. Y cada vez que aparezca la tentación de bailar al son de las musas del carnaval, preguntarnos: ¿Qué ganamos cuando mentimos? Y sobretodo… ¿Qué estamos dispuestos a perder?

CUESTIONARIO A PARTIR DE LOS TEXTOS: 

La verdad sobre las mentiras y la verdad sobre las mentiras

1. ¿Qué es mentir?
2. ¿Para qué mienten las personas?
3. ¿Qué consecuencias negativas tienen las personas que mienten?
4. ¿Qué resultados obtendrían las personas si fueran más honestos?
5. ¿A quienes has llegado a mentirles?
6. Qué interpretación le das a la expresión: "Es sabido que para mentir se necesita una buena memoria, además, de tener una buena capacidad para la interpretación".
7.¿Cuáles son las posibles consecuencias que puede ocasionar el que una persona sea mentiros@?
8. ¿Qué es un mitómano y cuáles son sus características? (Consultar, no inventar) 
9. Indica 5 casos en los cuales ya sea en tu casa o colegio has llegado mentir. 








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